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El cazador cazado

6 de Septiembre de 2018

Aprovechando un permiso de unos días, varios miembros del equipo y yo decidimos hacer un viaje a Botswana. A unos ochenta kilómetros de distancia, traducidos en dos horas de carreteras africanas, llegamos a la frontera con Zambia, país en el que vivíamos. En esa frontera más teórica que real, cruzamos el río Zambeze en una barcaza y condujimos cerca de media hora más hasta llegar a una de las entradas del Parque Nacional de Chobe, uno de los más emblemáticos de África.

 

 Comenzamos entonces una travesía de unas horas por el río que recibe el mismo nombre que el Parque, a bordo de una embarcación conducida por el Capitán Culture. El río, aparte de ser una fuente increíble de vida, plagado de cocodrilos, hipopótamos y elefantes, es también parte de la frontera entre Botswana y Namibia.

 

Tras esta toma de contacto con el país y el Parque, nos subimos a un jeep muy similar a los que conducíamos todos los días en el trabajo. El guía, de nombre Charles, se relaja bastante cuando le decimos que realmente no somos turistas convencionales, sino que trabajamos en uno de los parques del país vecino en la conservación de la fauna salvaje. Es entonces cuando nos pregunta directamente qué es lo que queremos ver.

 

Nuestra primera petición: guepardos; choca un poco con las dimensiones del parque (del tamaño de Jamaica) y nos obligaría a conducir durante cuatro horas para acercarnos a la zona en la que hay más posibilidad de ver a estos felinos. Pasamos al plan B, y le pedimos buscar lo que, personalmente, considero una de las joyas de la fauna africana: el licaón.

 

Tras unas horas de búsqueda en las que, como dato destacable, presenciamos a una pareja de chacales de lomo negro ahuyentar a un gran leopardo (fotos de ambos en galería y animalario) de su territorio a base de aullidos y acoso, llegamos a uno de los márgenes del río donde vemos algo que no por común resulta menos llamativo.

 

Una manada de búfalos cafre de al menos trescientos individuos está agitada por la presencia de una familia de leones. Los machos que encabezan el grupo de bóvidos, cargan contra el león y sus cachorros, seguidos del resto de la manada. Las leonas, por su parte, se han quedado rezagadas en algún punto y permanecen en la retaguardia de la estampida.

 

Separadas del macho y los cachorros por una marea de cuernos y pezuñas amenazantes, se mantienen a una distancia prudencial trotando detrás de los búfalos. En ese momento, comprendemos la importancia de la escena ya que una furgoneta que nos seguía de cerca, abandona el camino y se dirige a toda velocidad hacia el centro de la acción. El guía nos advierte de que algo así puede costar la cárcel de por vida, aunque acto seguido nos habla de la increíble cantidad de dinero que han pagado por hacerlo: son National Geographic.

 

Desde una buena distancia de observadores, vemos cómo se va desarrollando la escena. La responsable del proyecto de cría de leones de nuestra organización, que va sentada a mi lado, nos asegura que lo más probable es que las leonas esperen donde están y traten de reunirse con el resto del grupo más adelante.

 

No obstante, una de ellas empieza a trotar tras los últimos búfalos del grupo. Un enorme macho de no menos de seiscientos kilos se gira y le planta cara. La leona, prudente y consciente de la muerte segura que supondría enfrentarse sola a semejante animal, retrocede tímidamente.

 

Al cabo de unos minutos, vuelve a la carga, esta vez más decidida. De nuevo se repite la escena anterior, plantándose el enorme macho y retrocediendo la felina. Así durante un par de acometidas hasta que, sea por desidia, miedo o cansancio, el búfalo deja de volverse y continúa corriendo. En ese momento, asistimos a algo que nos parecía imposible, la leona aceleró la marcha acercándose peligrosamente a los cuartos traseros del animal que huía.

 

He de aclarar que, en condiciones normales, el búfalo es una de las presas más complicadas de la sabana, por su enorme poder y por encontrarse siempre en grandes grupos, en los que todos se protegen. Frecuentemente, los leones intentan atacarlos por el enorme aporte de comida que suponen, aunque la victoria de unos u otros se reparte casi al cincuenta por ciento.

 

En este caso, es probable que la leona y su grupo estuvieran en un momento de extrema necesidad, o quizá simplemente que fuera un acto temerario, quién sabe. El hecho es que continuó con la carga hasta estar a la distancia suficiente para saltar sobre la grupa del rumiante. Justo en ese momento, cazador y posible presa descendieron un pequeño desnivel del terreno y los perdimos de vista entre una nube de polvo.

 

A los pocos segundos, el enorme búfalo apareció en la distancia corriendo a gran velocidad, esta vez sin ocupante en el lomo. Pasaron varios minutos en los que el búfalo y el resto del grupo se alejaron; ni rastro de la leona. Tanto la opinión del guía como la nuestra era que, como es muy frecuente en estos casos, el búfalo se hubiera revuelto y hubiera pisoteado al felino, o la hubiera ensartado con sus cuernos, dejándola tirada y moribunda.

 

Cuando estábamos a punto de irnos, la furgoneta de National Geographic, conductor al volante y cámara en un improvisado asiento que quedaba fuera del vehículo con todas las puertas abiertas, se nos acercó a toda velocidad. Hablamos con ellos y nos dijeron que eran fotógrafos alemanes que trabajaban para la conocida y reconocida empresa, y que lo que acabábamos de ver no se veía todos los días.

 

Imagino que de la avanzadilla de toda esta historia tuvieron ellos una visión privilegiada, pero lo que ocurrió a continuación nos pilló a todos tan de cerca como de sorpresa. A escasos veinte metros, la leona reapareció absolutamente envuelta en barro y agotada. Había sobrevivido al revolcón del búfalo, aunque a juzgar por su apariencia, estuvo cerca de no hacerlo.

 

Tuve la increíble suerte de poder fotografiar todo este relato paso a paso (incluyo las fotos debajo del texto). Esta experiencia, sin duda infrecuente, refleja a la perfección la vida en la sabana. Los leones, tan mitificados en películas y reportajes, están en la cima de la cadena alimenticia en África, pero su vida no es en absoluto fácil ni tienen el sustento garantizado.

 

En este caso, de forma absolutamente extraordinaria, una leona sola intentó abatir a un macho de búfalo adulto (empresa que normalmente acaba con algún león herido de gravedad o muerto, incluso cuando son varios los que la llevan a cabo). El rumiante, por su parte, estaba expulsando a uno de los animales más poderosos del continente, el león africano.

 

En un curioso giro de los acontecimientos, las presas salieron indemnes y los cazadores perdieron la batalla. No supimos qué ocurrió con la cabecera del grupo de búfalos, por lo que tampoco sabemos el destino que corrieron el león y los cachorros, pero esto debe hacernos ver que la vida salvaje no siempre es como la pintan los documentales.

 

Ningún animal tiene garantizada su supervivencia en África, por grande y poderoso que sea. El león, pese a ser el único felino de la Tierra que vive en grupos, fracasa en cerca de dos de cada tres intentos de caza. La naturaleza es un continuo campo de batalla en el que cada individuo lucha por sobrevivir hasta las últimas consecuencias. El animal más letal tiene un vecino que puede hacerle frente, y así se mantiene el sistema en equilibrio. El elefante africano adulto, sin embargo, puede ser una excepción ;) pero de él ya hablamos y hablaremos en otros artículos.

 

Espero que hayas disfrutado de esta pequeña anécdota que regala un día en el África más salvaje.

 

Nos seguimos leyendo pronto,

 

Bichólogo

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